viernes, 24 de febrero de 2012

El ‘ferrocidio’ argentino

El Mundo.es
Por JUAN IGNACIO IRIGARAY
El matrimonio Kirchner soñaba con un ‘tren bala’ y hasta llegó a suscribir un pre contrato de obras con la compañía francesa Alstom, por un monto total de 2.700 millones de euros, en vez de mejorar el desastroso servicio de trenes de cercanías en Buenos Aires, tal y como claman desde años atrás las asociaciones de usuarios.
El proyecto de ‘tren bala’ abortó temprano, a golpes de la crisis financiera mundial. Mientras, los trabajadores porteños siguen viajando a sus tareas apretados como sardinas enlatadas, en trenes viejos con más de medio siglo de uso. Sin embargo, el Gobierno de la presidenta peronista Cristina Fernández, viuda de Kirchner, no se priva de montar propaganda política sobre esos convoyes.
Los mismos trenes de la línea Sarmiento que sufren accidentes por encontrarse ya obsoletos -este miércoles causaron una tragedia con al menos 50 muertos y 676 heridos- lucen a los costados gigantografías proselitistas. Son fotos del fallecido presidente peronista Néstor Kirchner (2003-2007) y el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, abrazados. Al lado se lee ‘Sudamérica Unida’, escrito prolijamente.
Ese ‘graffiti’ de propaganda política también puede verse en los trenes de doble piso ‘V4’ de la misma línea, cuatro convoyes en total, que aún siendo los más modernos, paradójicamente, la empresa no los pone a rodar en las horas punta.
Muchos usuarios optan por la ironía y han bautizado a esta línea ferroviaria como “el Expreso pingüino-bolivariano”, mofándose de la lentitud del servicio y en referencia a los apodos respectivos de Kirchner y el presidente venezolano. En los últimos 12 meses, siete accidentes sobre las vías y pasos de vehículos han dejado 72 muertos y 700 heridos.
Esta decadencia de la red de ferrocarriles argentinos choca de bruces con su pasado. El 29 de agosto de 1857 se puso en marcha en Buenos Aires el primer tren de Latinoamérica. Su locomotora a vapor tuvo por nombre ‘La Porteña’. Unía 10 kilómetros del centro de Buenos Aires al barrio Flores. Al evento asistieron 60.000 vecinos.
Argentina es seis veces más extensa que España y en el siglo XIX estaba prácticamente despoblada, por lo que requería imperiosamente de un sistema de transportes que vertebrara la Nación y llevara a la gente y a las mercancías, sobre todo en la llanura de la Pampa, núcleo productivo del país.
Así pues, una red ferroviaria en forma de pulpo se fue extendiendo con sus tentáculos en las ricas provincias agropecuarias y la cabecera en Buenos Aires, puerto de embarque de carnes, granos y cueros hacia Gran Bretaña, que en el siglo XIX y hasta 1930 actuaba como una metrópoli comercial.
Los Ferrocarriles del Estado crecieron a toda máquina y llegaron a contar en los años 40 hasta con 47.000 kilómetros de vías por todo el país, una de las mayores redes del mundo. Cubrían una superficie equivalente a Europa occidental, dando vida a 2.085 ciudades y pueblos, desde la helada Patagonia austral hasta las templadas cataratas subtropicales de Iguazú. Y permitían trabajar a 220.000 ingenieros y técnicos.
Pero tras la ola neoliberal de los años 90, con privatizaciones de empresas públicas durante el gobierno del peronista Carlos Menem (1989-1999), las vías operables se redujeron siete veces, a 7.000 kilómetros, dejando 870 pueblos fantasmas y 135.000 empleados ferroviarios en la calle. Muchos ciudadanos llaman a esa sangría “el ferrocidio” argentino.
Juan Ignacio Irigaray
FUENTE:Publicado en www.elmundo.es

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