domingo, 26 de febrero de 2012

ENTRE ATOCHA Y EL ONCE


Por María Celsa Rodríguez

Cuando ocurrió la tragedia de Once vino a mi memoria como un Deja-vú lo que ocurrió el 11 Marzo del 2004 en la estación Atocha de Madrid.Ese día estaba en Rosario y la atención de todos se centraban en las pantallas de los televisores.Las explosiones,los vagones convertidos en chatarras retorcidas,los muertos y los heridos por doquier.
El horror, la desesperación y el dolor se dibujaban en los rostros de todos.
Lo de Atocha fue un atentado terrorista y lo del Once un accidente, pero en ambos casos se entrecruzan la tragedia y se  manifiestan elevadamente la indignación social.
Allí fueron 191 las personas fallecidas y 1.858 los heridos.Aquí 51 personas muertas y 703 los heridos.

Las reacciones también fueron distintas,ya que en el 11M -como se la llama a la tragedia de Atocha-la Reina Sofía,el Príncipe Felipe y por entonces su prometida Letizia Ortíz,la Infanta Elena y su esposo y la Infanta Cristina y su marido visitaron a los heridos en los hospitales donde eran atendidos,del mismo modo lo hicieron los Ministros del Gobierno de Aznar, que iban a dar apoyo a los familiares y a los heridos.
Aquí el Ministro De Vido prefirió viajar a Río Gallegos para visitar la tumba de Él junto al Presidente de Paraguay, mientras que en el lugar del accidente los rescatistas aún  seguían buscando víctimas.
Lo mas inexplicable es el silencio de la Presidente,ella que ha sufrido el dolor en carne propia,y que fue acompañada por su pueblo en ese duelo personal tanta veces expuesto ante los ojos de todos,hoy haya preferido alejarse y mantenerse silenciosamente distante.Mas allá de un frío comunicado en el que expresó "su  profundo pesar" con las consecuentes condolencias a los familiares.

Seguramente que todos hubiésemos deseado verla visitar a los heridos y abrazar a las familias que perdieron sus seres queridos.Brindarles su apoyo y darles consuelo ante tanto dolor, como lo hizo su pueblo cuando le gritaban "Fuerza Cristina" o "Arriba Morocha" cada vez que  las penas dominaban la escena en cada discurso, donde exponía su pesar a flor de piel y la voz se le quebraba, recordándolo a Él.

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