domingo, 23 de marzo de 2014

Estoy Herido y Triste

clip_image002Por Enrique Guillermo Avogadro
“Debe usted boxear como escribe y escribir como boxea: debe dar todo lo que tiene porque cada pelea, como cada libro, puede ser la última”. Joël Dicker
La editorial que escribí la semana pasada, “Inmunda Cloaca” (http://tinyurl.com/nsg69hp), recibió algunos aplausos y no pocas críticas, que apuntaron a que se notaba la rabia profunda que me habría embargado mientras lo hacía, señalando que eso no servía, que debía bajar el nivel de enojo para poder llegar mejor a la conciencia de los lectores. Mis disculpas a éstos, ya que la sensación que tenía no era esa sino la desesperación; ¿qué otra cosa se puede sentir al ver en qué se ha convertido nuestra sociedad?
Ha pasado sólo una semana desde entonces y todo cuanto en ella dije tiene aún más olor a podredumbre. El kirchnerismo logró que el Consejo de la Magistratura demorara el proceso contra Oyarbide, pese a la confesión de éste de los delitos cometidos, y avanzó rápidamente contra Bonadío, un colega de aquél que, últimamente, había puesto a “bailar con la fea” a Abalito y al mudo vocero presidencial y elevó a juicio una de las causas en que el romano Patotín está imputado.
La indispensable columna de Carlos Pagni en La Nación del jueves, “Las ‘cuevas’, gran caja del poder en el país” (http://tinyurl.com/ljskq64) hace una verdadera autopsia del cadáver en que se ha convertido la Argentina, ese extraño país respecto al cual la mitad del mundo apostaba, hace cien años, que sería una de las grandes potencias globales. En las vísceras, además, encontró los restos de la Justicia seria e independiente que hemos sabido destruir con tanto ahínco.
El narcotráfico y el consumo masivo de drogas nos han exigido incrementar la cuota semanal de sangre que los argentinos debemos ofrecer ante el altar de la corrupción gubernamental, agravada por la incapacidad manifiesta para combatir esos males y el pavor silencioso de quienes aún no han caído en ella.
Tal como era previsible, la protesta de los docentes continuó y, pese al descrédito generalizado que una huelga tan prolongada está provocando sobre sus posturas, no tiene visos de concluir. Debo confesar que, habiendo cursado mi etapa secundaria en establecimientos públicos, me asombra que quienes antes eran “maestros” –con toda la responsabilidad y el respeto que el solo nombre implicaba- hoy se llamen a sí mismos “trabajadores de la educación”, y este hecho puntual habla muy a las claras del profundo deterioro en que la educación ha caído entre nosotros. Una nación que, ya en 1880, había erradicado el analfabetismo y asombraba al mundo con ese logro, hoy forma chicos que ni siquiera comprenden lo que leen.
Es cierto que los argentinos debemos enorgullecernos de ser el país de América Latina que más premios Nobel ha obtenido, pero esos enormes triunfos individuales no deben ocultar nuestro fracaso colectivo como sociedad. Me parece que la selección nacional de fútbol puede ser el mejor ejemplo de lo que digo: llena de estrellas, muchas de ellas entre los jugadores más caros y exitosos del mundo, es incapaz de grandes logros cuando se trata de hacerlos salir a la cancha con la misma camiseta.
Lo absurdo es que, mientras el Gobierno está destinando a la educación el porcentaje más alto del presupuesto nacional desde la época de Arturo Illía, el derrumbe continúa profundizándose; y lo notable es que los maestros ganan sueldos miserables y la infraestructura está cada vez peor. Comparto la idea oficial, tan resistida por los sindicalistas, de analizar el “presentismo”, ya que gran parte del despilfarro proviene de la cantidad de personas que están dedicadas a cubrir un mismo cargo docente, por las licencias irracionales y por las invocadas enfermedades que, de resultar ciertas, convertirían a la actividad en la más riesgosa del país.
Pero todo eso debiera ser objeto de una profunda discusión hacia adentro de la sociedad y la política, y no intentar que sea parte de la agenda una semana antes del comienzo oficial de las clases. Ni la Nación ni las provincias han conseguido explicar por qué abren las paritarias recién a fin de febrero, cuando debieran hacerlo en noviembre y así llegar a la fecha clave con soluciones y no con conflictos y, muchísimo menos, por qué no se destinan aún más fondos a la educación en lugar de dilapidarlos en Fútbol para Todos, Aerolíneas Argentinas, propaganda oficial, pauta publicitaria o subsidios de energía a los más ricos.
El jefe de los caciques sindicales que han crecido tanto al calor de la Casa Rosada, el metalúrgico Caló, ha debido poner en estado de alerta a su sector, ya que la presión de las bases tornaba imposible su pasividad ante el deterioro brusco que el Gobierno pretende aplicar a los salarios. A los líderes ahora opositores que acompañan a Camión Moyano en la CGT Azopardo, y a los gastronómicos de Barrionuevo y los estatales de Micheli, se han sumado los ferroviarios de Maturano y los colectiveros de Fernández, hasta hoy militantes de la CGT Balcarce, consolidando un grupo que puede, literalmente, parar el país cuando se le ocurra y que ya ha anunciado una huelga general para el mes de abril; cuando se produjo una conjunción semejante, en 1975, cayó un gobierno peronista por única vez en la historia, hasta ahora.
Y es que los trabajadores tienen una doble razón para la protesta. Por un lado, la Presidente quiere que ellos sean quienes paguen el costo de la fiesta que pretende mantener viva hasta su propio final: el gasto público que no para de crecer exponencialmente; y, por otro, no acepta subir el piso del impuesto a las ganancias ni modificar las alícuotas del tributo, por lo cual las mejoras salariales que los gremios obtengan con tanta lucha no hará más que aumentar la recaudación que exprime el inefable Feedlot Echegaray. A esta altura del ajuste, ya no se discuten ideologías ni posiciones políticas, sólo dinero.
El nuevo IPCNU, con dos meses de vida, ha conseguido dar un leve viso de seriedad a las estadísticas oficiales, ya que “sólo” ha diferido en casi un punto mensual respecto a las estimaciones privadas que divulga el Congreso; de seguir así, igualmente habrá conseguido, a fin de año, ocultar diez en la inflación, un número que, por sí solo, supera en mucho -en el mejor de los casos, triplica- al que sufren todos los vecinos anualmente, excepto Venezuela.
Claro que ese sinceramiento impuesto por la realidad de un gobierno que se ha quedado sin divisas y necesita desesperadamente auxilio externo no ha incluido a los ahora ocultos índices de pobreza e indigencia ya que, de haber visto éstos la luz, lo poco que queda del “relato” hubiera sido barrido finalmente; basta con saber que, sólo en enero pasado, quinientas mil personas descendieron a esos niveles. Esos ocultamientos y esa “rebaja” de la realidad seguirán trabando las negociaciones internacionales, Club de París incluido, toda vez que siempre requieren la revisión –artículo IV- de las estadísticas, en particular, y de la economía en general por el FMI, que no está dispuesto a convalidar nuestros dibujos locales, aunque quien los diseñe sea el propio Pablo Picasso.
Contra lo que pueda suponerse, mi frontal oposición a la familia Kirchner y a su gobierno es inmensamente mayor debido a lo que pudieron hacer y no hicieron, pese a los enormes recursos que fueron puestos a su disposición por la sociedad y los mercados internacionales, más que a los horrores y verdaderos crímenes que, para enriquecerse más allá de cualquier esfuerzo de imaginación, cometieron contra la nación, la república, sus instituciones y los más pobres de nosotros.
Por eso, precisamente, el dolor y la pena que me embargan cada vez que me toca describir la realidad de esta triste e insignificante Argentina. Pero no cejaré en esta cruzada por la Argentina que quiero, porque tengo la más absoluta certeza de estar librando “el buen combate”.
Bs.As., 23 Mar 14
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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