Mi Ciudad La Plata, lo vio nacer en el año 1924, se graduó de Médico en 1949 y fue su señora Madre la enfermera que lo acompañó hasta que la salud le dio fuerzas. En 1962 se fue a la Clínica Cleveland (EEUU) donde fue convocado por su ya avanzada capacidad en la solución de los complicados problemas cardiovasculares con los métodos de entonces. Con un grado de perfeccionamiento superior, decide regresar al país en 1971 y a partir de ese momento comienza con la formación de profesionales en la especialidad para crear cuatro años después la Fundación que llevaría su nombre y con la calidad internacional igual a la Clínica Cleveland que le permitió avanzar en sus conocimientos.
Durante su vida dentro de la “fundación”, formó 400 Médicos residentes bajo su supervisión, atendiendo más de 350.000 consultas, 290.000 estudios no invasivos, otros tantos cateterismos, 500 trasplantes y más de 20.000 cirugías.
Hasta aquí parte de la presentación que podemos hacer sobre la vida de este “héroe” anónimo de nuestra Historia contemporánea, pero existe el otro, el pensador, aquel que cada palabra sembraba ganas de pensar, de hacer por el otro como lo hizo tantas veces El.
Cierto día, por mi tarea profesional en Ceremonial de Gobernación, donde prestaba servicios, se me indicó que a las 10 de la mañana debía ir a Capital Federal para encontrarme con el “Doctor” y llevarlo a una quinta 60 kilómetros al sur de la Ciudad de Buenos Aires en donde se reuniría por razones estrictamente profesionales con nuestro Gobernador pues de esa convocatoria saldría la firma de un convenio marco que permitiría a los Bonaerenses en estado crítico de salud y por el tema específico de su Fundación, la posibilidad de ser atendidos por medio de la mutual provincial.
Todo esto es anecdótico porque lo más importante fue el trayecto hasta el lugar indicado. Apenas salimos de la Gran Ciudad y comenzó a brotar como en un cuadro el verde paisaje del campo, el “Doctor” que iba sentado al lado de Miguel, el chofer en cuestión, con su clásico poncho de vicuña tejido fino sobre los hombros comenzó a preguntarme sobre la actividad agropecuaria en esa zona de la Provincia, las cabezas de ganado que habían, que tipo de cultivos se estaban realizando, los tambos, etc. Porque según confesó desde que viajó a trabajar por primera vez a la ciudad de Jacinto Aráuz en la Provincia de La Pampa, recién recibido de Médico, comenzó a sentir un gran afecto por todo lo agropecuario. En aquel momento su Fundación estaba pasando una situación complicada pero no grave y reconoció que entre Nación y Provincia le estaban dando una gran mano para seguir con lo que El había planificado aunque los costos en dólares de todos los insumos que aparecían mes a mes por el progreso en la Ciencia Médica en forma acelerada, muchas veces lo dejaban al borde de la quiebra….
La cara de bueno no era lo único que se destacaba de su figura, todo su ser estaba envuelto en un manto de respeto y ternura al mismo tiempo y el trato que nos dispensó en esa hora de viaje, nos hizo sentir grandes como “galleta en el agua” porque se trataba nada menos que de aquel prócer anónimo, al que un gobierno llamado “Alianza”, un día le soltó las manos y cayó en la bancarrota , desolado y humillado como jamás nadie de su categoría moral debió ser castigado.
Hoy muchos de los que le soltaron las manos pudiendo ayudarlo, ante cualquier síntoma de preocupación por su salud, son los primeros que acuden a la “Fundación” porque todavía, aunque su presencia en los pasillos se extrañe todos los días, el alma de este gran hombre que ingresó en el bronce de la patria aunque no haya empuñado un arma, aún camina recorriendo los quirófanos para ver si sus ex alumnos hacen bien lo que les enseñó.
Era hijo de un carpintero y una modista y el Barrio El Mondongo que rodea el estadio del club Gimnasia y Esgrima de La Plata, lo vio crecer como un niño mas de aquella pueblerina Capital de los Bonaerenses en la década de 1920. La Ciudad de Buenos Aires lo vio partir de la manera más cruel. Se desempeñó en la Conadep, condujo programas de televisión dedicados a la medicina y escribió libros. Durante la crisis del 2000, su fundación tenía una gran deuda económica y le solicitó ayuda al gobierno sin recibir respuesta, lo que lo indujo a suicidarse. Ese mismo 29 de julio de 2000, después de escribir una carta al Presidente de la nación Dr. Fernando De la Rúa criticando al sistema de salud, se quitó la vida de un disparo al corazón.
“Debe entenderse que todos somos educadores. Cada acto de nuestra vida cotidiana tiene implicancias, a veces significativas. Procuremos entonces enseñar con el ejemplo”.
“René Gerónimo Favaloro “ (La Fundación médica, lleva su nombre)
Durante su vida dentro de la “fundación”, formó 400 Médicos residentes bajo su supervisión, atendiendo más de 350.000 consultas, 290.000 estudios no invasivos, otros tantos cateterismos, 500 trasplantes y más de 20.000 cirugías.
Hasta aquí parte de la presentación que podemos hacer sobre la vida de este “héroe” anónimo de nuestra Historia contemporánea, pero existe el otro, el pensador, aquel que cada palabra sembraba ganas de pensar, de hacer por el otro como lo hizo tantas veces El.
Cierto día, por mi tarea profesional en Ceremonial de Gobernación, donde prestaba servicios, se me indicó que a las 10 de la mañana debía ir a Capital Federal para encontrarme con el “Doctor” y llevarlo a una quinta 60 kilómetros al sur de la Ciudad de Buenos Aires en donde se reuniría por razones estrictamente profesionales con nuestro Gobernador pues de esa convocatoria saldría la firma de un convenio marco que permitiría a los Bonaerenses en estado crítico de salud y por el tema específico de su Fundación, la posibilidad de ser atendidos por medio de la mutual provincial.
Todo esto es anecdótico porque lo más importante fue el trayecto hasta el lugar indicado. Apenas salimos de la Gran Ciudad y comenzó a brotar como en un cuadro el verde paisaje del campo, el “Doctor” que iba sentado al lado de Miguel, el chofer en cuestión, con su clásico poncho de vicuña tejido fino sobre los hombros comenzó a preguntarme sobre la actividad agropecuaria en esa zona de la Provincia, las cabezas de ganado que habían, que tipo de cultivos se estaban realizando, los tambos, etc. Porque según confesó desde que viajó a trabajar por primera vez a la ciudad de Jacinto Aráuz en la Provincia de La Pampa, recién recibido de Médico, comenzó a sentir un gran afecto por todo lo agropecuario. En aquel momento su Fundación estaba pasando una situación complicada pero no grave y reconoció que entre Nación y Provincia le estaban dando una gran mano para seguir con lo que El había planificado aunque los costos en dólares de todos los insumos que aparecían mes a mes por el progreso en la Ciencia Médica en forma acelerada, muchas veces lo dejaban al borde de la quiebra….
La cara de bueno no era lo único que se destacaba de su figura, todo su ser estaba envuelto en un manto de respeto y ternura al mismo tiempo y el trato que nos dispensó en esa hora de viaje, nos hizo sentir grandes como “galleta en el agua” porque se trataba nada menos que de aquel prócer anónimo, al que un gobierno llamado “Alianza”, un día le soltó las manos y cayó en la bancarrota , desolado y humillado como jamás nadie de su categoría moral debió ser castigado.
Hoy muchos de los que le soltaron las manos pudiendo ayudarlo, ante cualquier síntoma de preocupación por su salud, son los primeros que acuden a la “Fundación” porque todavía, aunque su presencia en los pasillos se extrañe todos los días, el alma de este gran hombre que ingresó en el bronce de la patria aunque no haya empuñado un arma, aún camina recorriendo los quirófanos para ver si sus ex alumnos hacen bien lo que les enseñó.
Era hijo de un carpintero y una modista y el Barrio El Mondongo que rodea el estadio del club Gimnasia y Esgrima de La Plata, lo vio crecer como un niño mas de aquella pueblerina Capital de los Bonaerenses en la década de 1920. La Ciudad de Buenos Aires lo vio partir de la manera más cruel. Se desempeñó en la Conadep, condujo programas de televisión dedicados a la medicina y escribió libros. Durante la crisis del 2000, su fundación tenía una gran deuda económica y le solicitó ayuda al gobierno sin recibir respuesta, lo que lo indujo a suicidarse. Ese mismo 29 de julio de 2000, después de escribir una carta al Presidente de la nación Dr. Fernando De la Rúa criticando al sistema de salud, se quitó la vida de un disparo al corazón.
“Debe entenderse que todos somos educadores. Cada acto de nuestra vida cotidiana tiene implicancias, a veces significativas. Procuremos entonces enseñar con el ejemplo”.
“René Gerónimo Favaloro “ (La Fundación médica, lleva su nombre)
(*) Ricardo
Bustos (DNI 7788556) - Capioví –
Misiones - Argentina
ENVIADO POR SU AUTOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario