SOCIEDAD
La clase media se suma al carro de la pobreza ABC.es LAURA DANIELE / MADRID
La pobreza ya no afecta solo a los perfiles tradicionales. Aquellas escenas de marginación que nuestra sociedad se había acostumbrado a ver en los inmigrantes o los sin techo se ciernen de unos años a esta parte sobre la clase media en general. El último informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN) confirma lo que las ONG de acción social observan día a día a pie de calle. Una de cada cuatro personas en nuestro país (25,5% de la población) tiene una renta inferior al 60% de la media equivalente—es decir, vive con unos ingresos mensuales por debajo de los 1.318 euros en el caso de un matrimonio con dos niños—, sufre alguna privación material —no puede pagar el alquiler de su casa o la calefacción— y/o cuenta con un escaso nivel de empleo entre los miembros de la familia.
Los datos prácticamente coinciden con los resultados de la encuesta del INE sobre Condiciones de Vida 2010, que sitúa en el 21,8% la población que se encuentra bajo el umbral de la pobreza. La diferencia —aunque pequeña— se debe a que el Instituto Nacional de Estadística solo toma en cuenta la renta de los hogares para determinar la parte de la población que está en riesgo. «Entre los perfiles de personas que estamos atendiendo ha aparecido un sector de la población que antes estaba en una situación normalizada y que, principalmente a causa del desempleo, afronta una trayectoria social descendente y se encuentra en riesgo de exclusión. Una familia de clase media que se puede encontrar entre nuestros vecinos», explica Susana Gende Feely, asistente de dirección del Departamento de Intervención Social de Cruz Roja Española. Para el director de Estudios de Cáritas Española, Francisco Lorenzo, una de las causas de la irrupción de la pobreza en la clase media se explica porque antes del inicio de la crisis, en 2007, el 50% de las familias ya estaba afectada por algún indicador de privación o vulnerabilidad. «Con este cambio de ciclo económico, estas situaciones se han agudizado, pero en realidad partíamos de un riesgo más generalizado del que éramos conscientes». Esos factores de exclusión no son otros que una familia con un miembro dependiente y que no recibe ayuda externa, con un empleo precario, un elevado gasto en la vivienda o una tenencia precaria de la misma, entre otros.
La prolongación de la crisis, junto a sus indeseados efectos colaterales —paro, recorte del Estado del Bienestar, sistema desigual de protección social—, ha ayudado a desdibujar las antiguas fronteras de la pobreza. Sin embargo, esta realidad, que ya toca a una cuarta parte de la población, sigue siendo un problema silente e invisible para la mayoría. «Como sociedad aún tenemos el ojo entrenado para las pobrezas tradicionales, pero hay muchas personas sin hogar en estos momentos que no seríamos capaces de reconocer», advierte Gabriela Jorquera, coordinadora técnica de EAPN Madrid.
Los técnicos y expertos de las distintas ONG achacan esta indiferencia social al protagonismo que hasta ahora han tenido «las redes de solidaridad primaria» o lo que es lo mismo: la familia, que de alguna manera «ha permitido invisibilizar» las situaciones de pobreza. Gende Feely advierte, sin embargo, que este capital social «se está fragilizando». «La red social es significativa solo para la mitad de las personas más vulnerables con las que trabajamos, y solo un 26% puede contar con alguien para una ayuda económica importante». Jorquera añade que de seguir aumentando a este ritmo las cifras de pobreza «podemos enfrentarnos a una fractura social».
«Alza dramática»
En solo un año (de 2009 a 2010) las personas en peligro de exclusión han aumentado en 1.001.212 (2,1%), alcanzado un récord histórico (11,7 millones de españoles). Sin embargo, en épocas de bonanza económica, España tampoco logró reducir su tasa de pobreza, que se mantuvo estable en un 19%. Desde el inicio de la crisis este índice ha ido subiendo una media de un uno por ciento cada año. «Un crecimiento considerable», según Lorenzo, y «un alza dramática», para Jorquera.
La red básica de atención pública ha sido, además, la primera en demostrar su incapacidad para superar la prueba de stress que le ha impuesto la crisis. En España conviven 17 sistemas de Renta Mínima de Inserción (RMI) o salario social. «En Madrid, con un coste de vida de los más altos, el RMI está en 375 euros para una persona, mientras que en el País Vasco llega a los 500 euros», explica Jorquera, quien añade que en general se exigen muchos más requisitos que antes para poder tener derecho a este subsidio y los tiempos entre que se presenta la solicitud y se recibe una respuesta ha pasado de los seis a los ocho meses.
Ante la acuciante pérdida de niveles mínimos de bienestar en gran parte de la ciudadanía, las ONG urgen aumentar las prestaciones a las familias y de considerar las políticas públicas de inclusión social como «una inversión y no como un gasto». «Una de las causas que explica esta ineficacia en la disminución de la pobreza es que España ocupa uno de los puestos más bajos en Europa en gasto público en protección social. El crecimiento económico por sí solo ha demostrado que no reduce las tasas de exclusión», advierte Jorquera. Una opinión más que generalizada entre las organizaciones del tercer sector.
FUENTE:Publicado en www.abc.es
FUENTE:Publicado en www.abc.es
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