El tarifazo será cruel en marzo y la inflación será el enemigo de Cristina
Fernando Gonzalez Director Periodístico fgonzalez@cronista.com
Cronista.com
Está claro que Cristina Kirchner empezará su nuevo mandato bajo una nueva era. La etapa del ajuste con mayúsculas. Un ajuste obligado por la eliminación brutal de los subsidios a la electricidad, el gas y el agua. Y si a eso se le suman los tarifazos en el ABL porteño y las rentas bonaerenses ordenados sin anestesia por los también reelegidos Mauricio Macri y Daniel Scioli, más las subas estacionales de cuotas y gastos escolares, de los taxis, de la medicina prepaga y los servicios de TV por cable, los argentinos sentiremos en marzo próximo todo el rigor de un país presionado por el déficit, la fuga de reservas y el impacto de la baja en el precio internacional de la soja y la desaceleración de las economías de Brasil y de China.
Es un escenario complicado sin dudas, pero sigue siendo un momento económico con muchas mejores condiciones que las que llevaron en otros momentos de la historia a que Alvaro Alsogaray nos obligara a ajustarnos los cinturones en 1959, a que Raúl Alfonsín nos haya pedido iniciar una economía de guerra en 1985 y a que Carlos Menem nos hablara de cirugía sin anestesia en 1989. Los precios del intercambio económico internacional continúan siendo favorables y el endeudamiento de la sociedad y las empresas argentinas es relativamente bajo después de la experiencia traumática del 2001.
De todos modos, no será fácil para la Presidenta el arranque de su nuevo mandato. Tanto que las expectativas iniciales están ahora más ubicadas en cómo enfrentará las dificultades de caja que en la conformación del nuevo gabinete. La sensación en el hermético mundo kirchnerista es que los cambios en el equipo serán pocos y qué la mayor incógnita será el reemplazante de Amado Boudou en el ministerio de Economía: de Débora Giorgi a Ricardo Echegaray, y de Diego Bossio a Hernán Lorenzino las apuestas son amplias. Y son pocos los que creen en el desembarco de un economista outsider al estilo Mario Blejer mientras son muchísimos los que esperan el arribo del fortalecido Julio de Vido a la jefatura de gabinete.
El camino cada vez más estrecho que transita Cristina la conduce hacia la batalla frontal contra la inflación, ese demonio que nombró por primera vez la semana pasada y que detalla con lujo Tomás Bulat en su columna de hoy (ver pág. 19). En los planes presidenciales figura al tope de las prioridades un acuerdo de precios y salarios que orbite alrededor del 18%, el único modo de ponerle un dique de contención a la disparada inflacionaria que asoma detrás del tarifazo al que Boudou describe sin sonrojarse como redireccionamiento de los subsidios. Una tomadura de pelo innecesaria para el ciudadano, apenas cubierta por el blindaje de los votos.
Ese es el panorama con el que Cristina inicia esta semana previa a su reasunción presidencial. Aprobado el examen electoral se enfrenta ahora al desafío de la economía, esa ciencia exacta a la que el pulso de las expectativas humanas transforman en social. El sinceramiento del Indec; el demorado pacto social con los gremios y los empresarios y la conformación de un equipo de gobierno más sólido serán el camino más corto para poder sobrellevar estos tiempos de tormenta.
Fuente:www.Cronista.com
Es un escenario complicado sin dudas, pero sigue siendo un momento económico con muchas mejores condiciones que las que llevaron en otros momentos de la historia a que Alvaro Alsogaray nos obligara a ajustarnos los cinturones en 1959, a que Raúl Alfonsín nos haya pedido iniciar una economía de guerra en 1985 y a que Carlos Menem nos hablara de cirugía sin anestesia en 1989. Los precios del intercambio económico internacional continúan siendo favorables y el endeudamiento de la sociedad y las empresas argentinas es relativamente bajo después de la experiencia traumática del 2001.
De todos modos, no será fácil para la Presidenta el arranque de su nuevo mandato. Tanto que las expectativas iniciales están ahora más ubicadas en cómo enfrentará las dificultades de caja que en la conformación del nuevo gabinete. La sensación en el hermético mundo kirchnerista es que los cambios en el equipo serán pocos y qué la mayor incógnita será el reemplazante de Amado Boudou en el ministerio de Economía: de Débora Giorgi a Ricardo Echegaray, y de Diego Bossio a Hernán Lorenzino las apuestas son amplias. Y son pocos los que creen en el desembarco de un economista outsider al estilo Mario Blejer mientras son muchísimos los que esperan el arribo del fortalecido Julio de Vido a la jefatura de gabinete.
El camino cada vez más estrecho que transita Cristina la conduce hacia la batalla frontal contra la inflación, ese demonio que nombró por primera vez la semana pasada y que detalla con lujo Tomás Bulat en su columna de hoy (ver pág. 19). En los planes presidenciales figura al tope de las prioridades un acuerdo de precios y salarios que orbite alrededor del 18%, el único modo de ponerle un dique de contención a la disparada inflacionaria que asoma detrás del tarifazo al que Boudou describe sin sonrojarse como redireccionamiento de los subsidios. Una tomadura de pelo innecesaria para el ciudadano, apenas cubierta por el blindaje de los votos.
Ese es el panorama con el que Cristina inicia esta semana previa a su reasunción presidencial. Aprobado el examen electoral se enfrenta ahora al desafío de la economía, esa ciencia exacta a la que el pulso de las expectativas humanas transforman en social. El sinceramiento del Indec; el demorado pacto social con los gremios y los empresarios y la conformación de un equipo de gobierno más sólido serán el camino más corto para poder sobrellevar estos tiempos de tormenta.
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