Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
“Debemos buscar para nuestros males otra causa que no sea Dios” Platón
Con mucha mayor celeridad de que podía suponerse, los más de siete velos con que el Gobierno enmascaró -durante demasiado tiempo- la realidad comienzan a rasgarse. Lo lamentable es que, debajo, no nos espera el cuerpo escultural de una bailarina árabe sino la horrorosa imagen de un país devastado por la falta de educación y de seguridad y ahíto de inflación, de drogas, de informalidad económica, de falta de combustibles y de infraestructura, sin instituciones republicanas y con una corrupción que -por su magnitud- asombra y -por sus efectos- raya en el genocidio.
El kirchnerismo, que heredó un país en estado casi comatoso, no hizo más que agravar la situación preexistente, a pesar del enorme viento de cola que acompañó su gestión y de los incalculables recursos de los que dispuso durante nueve años. Esta misma semana, las organizaciones sociales que hicieron colapsar a la ciudad cortando sus accesos, rasgaron un velo más –tal vez la mayor bandera esgrimida por las espadas cristinistas-: la proclamada creación de cinco millones de puestos de trabajo.
El 7 de noviembre de 2010, pocos días después que su marido se transformara en “Eternéstor”, escribí a la señora Presidente una carta abierta (http://tinyurl.com/7no8488), sugiriéndole adoptara actitudes y políticas que la conducirían, inexorablemente, al bronce y al altar. Lamentablemente, siguió otro camino y, tras ella, se fue la suerte del país.
Nueve años después, con los precios internacionales de nuestros productos volando –hoy, la soja volvió a los US$ 500 por tonelada- y quedándose con más del 50% del salario de los argentinos, pretende seguir echando la culpa a un pasado que, no por menos complicado, ya es remoto. Que el Gobierno haya incorporado a las filas de sus obsecuentes nada menos que al propio don Carlos Menem, a quien continúa denostando públicamente, habla a las claras de las virtudes morales ambos, agresores y agredido.
Nos enteramos ahora todos que cuatro millones de argentinos se desempeñan en la informalidad, sin ninguno de los beneficios que provee el trabajo registrado (vacaciones, obra social, salarios discutidos por los gremios, seguro de accidentes) y, peor aún, que quienes reciben el subsidio de $ 1.200 mensuales del programa “Argentina ¿trabaja?” son contabilizados como “empleados” por el fantástico Indec que don Néstor (q.e.p.d.) supo conseguir, ayudado por el mismo don Patotín que ahora pretende reemplazar a todos los mercados, que la Argentina pierde a cada momento, por la venta de productos de La Salada a Angola.
Un dato curioso de esa excursión africana fue la participación del dueño del prostíbulo “Black” en la comitiva empresarial. ¿Estará don Moreno tratando de exportar ese tipo de carne argentina? Tal vez hubiera debido pedir asesoramiento a don Zaffaroni o a don Oyarbide, que de lupanares saben un montón.
Pero quizás el velo más grave que se está rasgando es que ocultaba, hasta ahora y durante más de un año y medio, las actividades de don Guitarrita Boudou para lograr hacerse con la impresión de billetes de la moneda nacional y, de paso, seguramente lavar capitales provenientes de la corrupción, si no de la droga.
Y digo que es, tal vez, el más grave porque, como sucede en todo régimen absoluto, doña Cristina no tiene ni amortiguadores ni fusibles para intentar evitar el golpe que le producirá su innegable responsabilidad en la designación, a contrapelo de todo el mundo, de este payador desafinado como Vicepresidente.
Ahora, ¿no sabemos todos que, en este gobierno, nadie hace ni dice nada sin permiso de la nueva jefa espiritual? Si es así, ¿Guitarrita inventó solo y para sí mismo el negociado ahora frustrado por el escándalo público? ¿No resulta dable pensar que, para obtener esa necesaria autorización, lo propuso como un vehículo apto para “blanquear” tanto dinero negro como el que ocultan las declaraciones juradas de los funcionarios y sus incongruencias? Creo que por allí es por donde hay que buscar la liebre; si mi teoría se confirmara, el escándalo debería hacer saltar por el aire a toda esta nomenklatura.
La censura aplicada por el guerrero new wave don De Vido al programa de Marcelo Longobardi no se debió a los dichos de don Albertito Fernández, el ex censor en épocas demasiado recientes que pretende reciclarse, como él mismo nos quiso hacer creer, sino a la participación de Jorge Asís, el mismo que viene denunciando desde junio de 2010 el tema Boudou/Ciccone en su blog.
Pero el comportamiento de la ciudadanía, a la hora de repudiar y castigar la corrupción, no resulta en la Argentina demasiado previsible. Basta recordar que, hasta el 23 de octubre de 2011, doña Cristina era la más alta, la más rubia y la de ojos más celestes.
Mientras gozaba de esa privilegiada imagen que hizo que, con el cristal consumista, los argentinos la vieran como no es, nada importaron Skanska, los fondos de Santa Cruz, la bolsa de Felisa Miceli, la valija de Antonini Wilson, los aviones de Jaime, las casas de Schocklender/Bonafini, la compra de medio Calafate, y tantos otros hechos que hubieran debido generar verdaderos tifones y, sin embargo, fueron sólo leves brisas que acariciaron la cara de piedra de los Kirchner y sus cómplices.
Ahora, que los velos se están rasgando, algunos –no demasiados, por cierto- comienzan a verla como lo que realmente es: una persona mayor, dictatorial y despótica, que enmascara su supina ignorancia en casi todos temas detrás de una retórica atractiva –para sus aplaudidores- y de una verba cada vez más inflamada e insultante.
Los integrantes de la ex Cancillería, transformada por obra y gracia de don Twitterman en un taller de arreglos de desaguisados propios, deben esmerarse para seguir a la Jefa en sus periplos y evitar que las quejas que recibe a diario por los disparates de don Patotín lleguen a la prensa o, cuando trascienden, a rogar desmentidos; esta misma semana, Piñera y Rousseff fueron el más claro ejemplo de ello.
Al retórico velo de Malvinas lo están rasgando las carcajadas de países y empresas, cada vez que escuchan hablar de represalias de todo tipo que encarará la señora de Kirchner. Es muy sencillo: las millas náuticas que separan a nuestras islas del continente no permitirían una invasión militar a nado y, menos aún, un bombardeo aéreo en barrilete, y el mundo entero lo sabe.
Por lo demás, ¿qué castigos podría imponer la Jefa a las empresas internacionales que exploran alrededor de Malvinas?; quizás doña Cristina está soñando con alguna acción conjunta del G-20 con relación al tema, ignorando que los países que lo integran sólo se pondrán de acuerdo –estoy seguro- para expulsar a la Argentina de su seno por ocultar la verdad de nuestra economía, no obedecer las sentencias del Ciadi, ignorar a los holdouts, atacar a las empresas que trabajan aquí, y levantar barreras aduaneras y monetarias prohibidas por la OMC.
El miércoles, cuando el Senado sancione la ley que modifica la carta orgánica del Banco Central y habilite legalmente al Gobierno a saquearlo, doña Cristina obtendrá los dólares necesarios -¿todos?- para pagar la deuda que vencerá este año y para hacer frente a la creciente –en cantidad y en precio- importación de combustibles. También podrá, con la maquinita de imprimir que maneja la inefable doña Marcó del Pont, atrasar algo el indispensable sinceramiento de las tarifas de transporte y de energía.
La gran duda no es “si” la gente percibirá que los billetes de pesos que recibe por su trabajo ya no tienen respaldo alguno, sino “cuándo” eso sucederá. Y ese será el momento de la verdad, porque entonces saldrá corriendo de los bancos y, enfrente, estará don Patotín para evitar que compre dólares. Si en épocas relativamente “normales” como fue el 2011, se fueron del país US$ 21.500 millones, ¿qué pasará ahora, pese a don Moreno y sus tácticas represivas?
Venezuela tendrá elecciones en octubre, un año antes que los argentinos sean nuevamente llamados a votar. Esta vez, al menos, podríamos aprovechar la lección que nos está dando acerca de cómo proceder cuando se tiene enfrente a alguien como el papagayo caribeño –de la misma familia de los pingüinos patagónicos- que, como aquí, considera propios todos los recursos del Estado, y los usa para obtener la reelección.
Toda la oposición venezolana concurrió a las internas por separado, pero juramentada –y lo cumplió- para encolumnarse detrás de quien resultara el candidato más votado en ellas. Lo logró Capriles, que enfrentará a don Hugo Chávez Frías y su tan meneada salud.
Hace mucho tiempo, a un famoso Senador santafecino se le preguntó por qué, con la imagen pública que tenía, no salía a disputar el poder de don Néstor (q.e.p.d.) y de doña Cristina. Asombrado por la inocencia de su interlocutor respondió: ¿cómo se puede enfrentar, sin recursos, a quien dispone de doscientos mil millones para hacer campaña?
Ha llegado la hora de empezar a trabajar en ese sentido, porque lo que dejarán éstos al irse parecerá tierra arrasada, en medio de una América Latina creciente y floreciente, y será necesario reconstruir la República desde los cimientos.
Bs.As., 19 Mar 12
Enrique Guillermo AvogadroAbogado
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