jueves, 4 de septiembre de 2014

El mito del valor invariable del oro

Por : Joseph T. Salerno
Según los libros de texto de la economía ortodoxa, una de las funciones principales del dinero es medir el valor de bienes y servicios intercambiados en el mercado. Una declaración típica de este punto de vista la da Frederic Mishkin en su libro de texto sobre dinero y banca: “El dinero (…) se usa en la economía para medir el valor”, afirma. “Medimos el valor de los bienes y servicios en términos de dinero, igual que medimos el peso en términos de libras y la distancia en términos de millas”.
Cuando el dinero se concibe como medición del valor, la implicación política es que uno de los objetivos primarios del banco central debería ser mantener un nivel estable de precios. Esto supuestamente eliminaría de la economía el ruido inflacionista y aseguraría que cualquier cambio en los precios monetarios que se produzca tienda a reflejar un cambio en los valores relativos de bienes y servicios para los consumidores. Así, para los economistas ortodoxos, estabilizar un índice de precios basado en una cesta seleccionada arbitrariamente y compuesta por bienes de consumo, por ejemplo, el IPC, el IPC subyacente, el Gasto en Consumo Personal (GCP), etc., es un requisito previo para hacer del dinero una vara de medir más o menos fija para la medición del valor.
Esta idea (que una serie de actos que implican intercambio interpersonal de ciertas sumas de dinero por ciertas cantidades de diversos bienes por distintos agentes a lo largo de un periodo concreto de tiempo supone por alguna razón una medición del valor) es otra antigua falacia que puede remontarse hasta John Law. Law se refería repetidamente al dinero como “la medida por la que se valoran los bienes”. Esta falacia se ha refutado en diversos lugares y se basa en la suposición de que el acto de medir implica la comparación de una cosa con otra que tenga un existencia objetiva y cuyas dimensiones físicas y relaciones causales relevantes con otros fenómenos físicos están absolutamente fijos e invariables con el paso del tiempo, como un metro o una columna de mercurio.
En realidad, el valor que una persona atribuye a una suma concreta de dinero y a cualquier tipo de bien se basa en un juicio subjetivo y no tiene dimensiones físicas. Como tal, el valor del dinero varía a cada momento y entre distintas personas. El precio pagado por un bien en un acto concreto de intercambio no mide el valor de un bien: más bien expresa el hecho de que el comprador y el vendedor valoran el dinero y el precio pagado en orden inverso. Por esta razón, ni el dinero ni cualquier otro bien pueden servir nunca como medida de valor.
Por desgracia, defensores de un objetivo de precios en oro aceptan con entusiasmo esta doctrina ortodoxa, dándole un giro extraño. Empiezan por la suposición completamente injustificada de que una materia prima, el oro, es estable en valor y que, por tanto, puede servir como única estrella guía (o “la Estrella Polar monetaria”, como la llama Nathan Lewis) para la política monetaria de la Fed. Según Steve Forbes, en el prólogo de Gold: The Monetary Polaris, de Lewis, los patrones oro reales tienen una cosa en común: “Usan el oro como una vara de medir para mantener estable el valor del dinero. ¿Por qué? Porque el metal amarillo mantiene su valor intrínseco mejor que cualquier otra cosa en el planeta”.
Louis Woodhill, en un artículo en Forbes, escribe en una línea similar, explicando que “La validez fundamental del patrón oro se basa en la premisa de que el valor real del oro permanece constante en el tiempo. (…) Lo más importante en una unidad de medida es que sea constante. (…) El oro no es dinero y no debería ser dinero. Sin embargo, podríamos y deberíamos usar el oro para definir el valor del dólar”. Este pasaje refleja una creencia casi mítica en que el valor “intrínseco” o “real” del oro es , afectos prácticos, eternamente invariable, no afectado por el flujo continuo de valoraciones humanas, existencias de recursos (incluido el propio oro), tecnología y juicios empresariales que definen la esencia de la economía dinámica del mercado. Además, nunca se da ninguna definición de qué significa exactamente el concepto de “valor intrínseco” o en qué unidades se expresa.
La experiencia histórica demuestra claramente que el valor del oro frente a otras materias primas ha fluctuado a lo largo de los siglos, incluso cuando el oro ha servido como patrón monetario. Este fue sin duda el caso, por ejemplo, cuando EEUU volvió al patrón oro tras la Guerra de Secesión. De 1880 a 1896, los precios mayoristas de EEUU cayeron en torno a un 30%. De 1897 a 1914 los precios mayoristas aumentaron en torno al 2,5% anual o en torno al 50%. Este aumento provino principalmente como resultado de casi duplicar las existencias globales de oro entre 1890 y 1914 debido a descubrimientos de nuevos depósitos de oro en Alaska, Colorado y Sudáfrica y mejoras en la tecnología de la minería y refinado del oro.
Los defensores el objetivo del precio del oro parecen ignorar tanto la teoría como la historia al suponer que una vez se fija el precio del oro, el valor del mismo dinero se hace eternamente estable e inmune a la influencia de las fuerzas del mercado de la oferta y la demanda. Por tanto, inflación y deflación desaparecen ipso facto de la economía. Esto implica que cualquier cambio en que se incurra en la cantidad de dinero bajo un régimen de precios fijado en oro ha de interpretarse como un ajuste benigno y estabilizador de la oferta de dinero a cambios en la demanda de dinero. Steve Forbes escribe: “El hecho de que un pie tenga 12 pulgadas no restringe la cantidad de pies cuadrados que hay en una casa. El hecho de que una libra tenga 16 onzas no restringe tu peso, tampoco, es una simple medida. (…) La virtud de un patrón oro correctamente elaborado es que es al tiempo estable y flexible: estable en valor y flexible en atender la necesidad natural de dinero en el mercado. Si una economía está creciendo rápidamente, un sistema así basado en oro permitiría una rápida expansión de la oferta monetaria”.
En otras palabras, el patrón oro “estable y flexible” de Forbes facilitaría y camuflaría una expansión inflacionista de la oferta monetaria que, según los austriacos, distorsionaría los mercados de capitales y llevaría a burbuja de activos. El lema de nuestros actuales fijadores del precios en oro parece ser: “Queremos dinero sólido… y mucho”.
FUENTE: Publicado en Mises Hispano - http://www.miseshispano.org/2014/09/el-mito-del-valor-invariable-del-oro/

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