Han pasado ya unos seis años desde que este texto tuviera una pre-publicación como documento de trabajo en la Universidad del Cema; nunca fue publicado como libro y es un honor para mí esta publicación en la Editorial Episteme. No voy a agregar nada a la introducción, que el lector puede leer y que explica el sentido del libro. Simplemente, la cuestión es: frente a los últimos acontecimientos, sobre todo en América Latina, ¿vale la pena seguir insistiendo en un diagnóstico sobre la crisis de la democracia y una propuesta de solución, basada en Hayek y Buchanan? Una respuesta sería el desaliento, y no sería irrazonable. Otra respuesta sería un optimismo sin fundamento, diciendo “ahora sí” vamos a solucionar las cosas. Pero no. La cuestión no consiste en incurrir nuevamente en ingenuos racionalismos según los cuales “ahora la gente va a entender”, y entonces solucionaremos nuestras crisis políticas y económicas. Las sociedades, si cambian, lo hacen lenta y evolutivamente, y las masas difícilmente pueden ser el destinatario de un mensaje que precisamente apunta a eliminar el estado benefactor del cual se han hecho irracionalmente adictas. No: si hay un cambio evolutivo, será porque nuevas generaciones, a pesar de los paradigmas dominantes, han logrado entender a ciertos autores y pueden ayudar a la implementación de ciertos cambios, adaptando propuestas universales a circunstancias específicas. Pero ello también es muy difícil. La naturaleza humana tiene un lado hobbesiano, y, finalmente, la historia de la humanidad parece ser la triste sucesión de imperios y poderes ilimitados, con la tiranía y pobreza constantes como obvia consecuencia. En medio de ello, el surgimiento de instituciones liberales clásicas de tipo constitucional, la sola redacción de algo como “….We hold these truths to be self-evident: that all men are created equal; that they are endowed by their Creator with certain unalienable rights” (Jefferson) parece ser un milagro en medio de un océano histórico de opresión y crueldad. Pero ese “milagro” fue evolutivo también; pudo ser escrito porque muchos pensadores no cejaron en su empeño de ir desentrañando las exigencias éticas de la dignidad humana.
¿Qué quiero decir con esto? Que el liberalismo clásico al cual nos referimos, como ideal regulativo, como norte de nuestras acciones concretas, es una especie de contrapeso de la historia, un cierto super-yo civilizatorio que compensa la tendencia hobbesiana a los imperios autoritarios de toda la historia. Por eso vale la pena insistir. No porque vayamos a estar necesariamente mejor, sino porque, si el mundo NO termina en un totalitarismo absoluto, es que con las ideas y su puesta por escrito estamos logrando compensar lentamente al ogro dominante de la historia, ese homo homini lupus al cual decimos y diremos permanentemente “no”.
Gabriel J. Zanotti - Buenos Aires, Agosto de 2014.
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Sobre el autor: http://gzanotti.blogspot.com.ar/ El Dr. Gabriel J. Zanotti, Es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA) y Doctor en Filosofía, por la Universidad Católica Argentina (UCA).Docente, escritor y conferencista internacional
PUBLICADO CON LA AUTORIZACION DE SU AUTOR
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